El Perú se prepara para el 2026 como quien ensaya un carnaval político con DJ incluido. El “ritmo electoral” suena en cada esquina: candidatos que parecen influencers, modelos que se disfrazan de estadistas, estrellas de TV que cambian el set por el Congreso. La política se mezcla con el show, y el pueblo, incrédulo, pregunta con ironía: ¿quién trae el flow?
El videoclip de la democracia peruana es tragicómico: 36 partidos como bailarines descoordinados en un escenario sin red ni colchón. La crisis aprieta, los discursos tambalean, y los votantes se arman de valor como si fueran a un concierto más que a una elección. La urna, dicen, no miente; pero el guion parece repetirse como un remix mal editado.
El “Grinch electoral” acecha: otro impresentable disfrazado de salvador, otra campaña que promete visión y termina en maquillaje. El beat pregunta: ¿quién entiende el barrio, la inflación, la nación? ¿Quién baja al barro y no solo a la cama? La respuesta se diluye entre jingles y slogans, mientras la política se convierte en karaoke nacional.
En este Perú de farándula y crisis, el voto es abrigo, pero también performance. El 2026 se juega como un festival: ¿serán líderes con camino o faranduleros con micrófono? La ironía es que, al final, la democracia peruana parece más un videoclip que un proyecto de nación.
Por todo ello, ¡Vota por el PTE, vota por el Perú! Esa es tu mejor opción.
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